En el lenguaje militar romano, hacer una estación significaba montar guardia, expresión que la Iglesia retomó en sentido espiritual para manifestar el deber cristiano de velar y orar para no caer en la tentación.
En el pasado, el pueblo, el clero y el Obispo de Roma se preparaban durante la Cuaresma a celebrar la Pascua reuniéndose hacia las tres de la tarde en un templo al que daban el nombre de colecta. Constituídos en asamblea, iniciaban la celebración de la Misa. Luego de la consagración, los allí reunidos, con el Papa a la cabeza, se dirigían procesionalmente, entonando las letanías de los santos, a la iglesia estacional en la que el Papa y su presbiterio ofrecían la comunión a los fieles, conlcuyendo el acto con la puesta del sol*.
Este acto tenía un triple significado: la gran asamblea reunida en oración ante la Eucaristía, representaban la unidad en la fe y en el amor de los fieles; la procesión tenía un carácter penitencial: era el pueblo creyente, en proceso de conversión, que reconoce sus limitaciones y pide fortaleza y tenacidad para vencerlas; finalmente, la presidencia del Obispo era el signo de unidad de todos los fieles.
Con el tiempo, la terminología eclesiástica adoptó el término estación para designar el acto de orar ante el Santísimo Sacramento del Altar.
Rescatando estos elementos, todo Congreso Eucarístico tiene como meta constituirse en una estación en la que un gran número de fieles honran este admirable sacramento.
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* Cfr. I. Shuster. Liber Sacramentorum II, pp. 3-5.
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Fuente: Alfonso Chávez Ramírez
"Orígen y desarrollo histórico de los Congresos Eucarísticos Internacionales".Boletín informativo del XLVIII Congreso Eucarístico Internacional, P 26-27. México, 2003.
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