miércoles, 27 de enero de 2010

Bruselas, 1898


El XI Congreso Eucarístico Internacional
13 al 17 de julio de 1898.

Bélgica, la nación del Corpus Christi, bullía, a fines del siglo XIX en iniciativas y fecundas obras a cargo de diversas asociaciones dedicadas a honrar al Santísimo Sacramento.
En Bruselas, tuvo lugar el más espléndido de los Congresos del siglo XIX, pues en él se acreditaron 3975 delegados, bajo la presencia de Monseñor Doutreloux, obispo de Lieja y del legado pontificio, cardenal Vicenzo Vannutelli, Prefecto de la Congregación del Concilio. También se dieron cita catorce purpurados, dieciocho obispos, dos superiores generales de órdenes religiosas, treinta prelados de honor, cuatro mil religiosos de todos los institutos de vida consagrada, una multitud de clérigos seculares y miles de adoradores del Santísimo Sacramento.
Entre las disertaciones presentadas durante el Congreso, destacó la del brillante historiador Godofredo Kurth, "La Eucaristía, principio inspirador del arte cristiano", cuyo planteamiento aborda la intensa producción musical hecha a partir de los textos del ordinario de la Misa.
Este Congreso se comprometió a desarrollar efusivamente el culto a la Eucaristía y a una renovación de vida eucarística.

Las sesiones.
Por primera vez, en esta asamblea participaron mujeres, en cuyas reuniones se trató de la asistencia frecuente a la Eucaristía, la adoración mensual al Santísimo, la comunión como fuerza reparadora, la preparación de los niños a la primera comunión, la necesidad de velar para que los familiares cumplan el precepto pascual y la acción de la mujer en la sociedad.
En las asambleas generales se presentaron muy elocuentes discursos, tales como el pronunciado por el cardenal Goossens, arzobispo de Malinas, y el del legado papal. Mientras el Prior de la Abadía de San Anselmo, Lorenzo Janssens, describió la condición imperante en las asociaciones y obras católicas en Italia, luego de la aplicación de las disposiciones del gobierno anticlerical. En contraste, el obispo de Andana y de Tarso, expuso la efusión del culto a la Eucaristía en el mundo; monseñor Radini Tedeschi, por su parte, exaltó la solicitud de la Iglesia hacia los pobres en Roma. Muy elocuentes fueron también los discursos de los obispos de Cahors y de Birmingham e intervino también el más destacado, el orador sagrado de su tiempo: el padre Vermersch, apóstol de la acción social belga, quien resaltó el compromiso social emanado de la Eucaristía.
Los laicos fueron representados por el señor Helleputte, quien expuso el triunfo de la Eucaristía en el decurso de los siglos; el conde Verspeyen, decano de la prensa belga, se refirió al Sacramento del Altar como la fuente de la cual brotan la concordia y la caridad. Finalmente, el abogado Alessandro Braun, director de los Operarios Católicos de Bélgica, aludió a la necesidad de ajustar un modelo cristiano creíble para un mundo escéptico, que centre su atención y afecto en la Eucaristía.
Las cuestiones particulares fueron ventiladas en dos comisiones de laicos y una de clérigos, a ésta se le confió el oficio de revisar el contenido de los temas expuestos. Las ponencias fueron impertidas en dos modalidades: una, dedicada al clero, que abordó la importancia de las ciencias sagradas para el ministerio sacerdotal, el dogma eucarístico y la necesidad de corregir los abusos en la terminología relativa al Santísimo Sacramento; otra fue de laicos, comisión en la cual se ventilaron las manifestaciones de la piedad eucarística y las cuestiones relativas a la educación cristiana y el apostolado. Mucho se habló durante estas sesiones en torno al establecimiento y difusión de la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento; de la incorporación exenta de gravamen a los pobres deseosos de agregarse a las confraternidades eucarísticas. También se habló de las numerosas obras dedicadas a la educación cristiana de los niños y de los jóvenes, cuya presencia fue tan notoria, al grado que Monseñor Doutreloux calificó el Congreso con el título de Congreso de las Obras Católicas de la Juventud. La sección clerical reflexionó acerca de los actos de pública adoración al Santísimo y su desarrollo contemporáneo, del arte sacro en la Liturgia y de historia de la Iglesia.
En las conclusiones del Congreso, a cuyas deliberaciones asistieron más de ochocientos estudiantes de la Universidad de Lovaina, se depositó la simiente de una multitud de obras eucarísticas.

Todo Bruselas se volvó a las calles y plazas para presenciar las magnas celebraciones religiosas, y escuchar a tribunos tales como monseñor Cartuyvels, quien expuso el destino eterno del hombre a la luz de la Eucaristía; al religioso dominico Janvier, Prior del convento de Flaviguy, quien habló de la unión eucarística en la vida del hombre; el jesuita Coube, de la Casa de París, trató el tema de la acción social derivada del compromiso eucarístico como remedio de la crisis material y moral de los tiempos. Por último, el abad Lenfant, de París, disertó acerca de la grandeza del apostolado y del sacerdocio ministerial.
El acto de clausura del Congreso, convocó a diez mil almas, reunidas en la plaza mayor de Bruselas, donde el Cardenal legado impertió la bendición a los presentes.

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Fuente: CHÁVEZ Alonso, Historia de los Congresos Eucarísticos Internacionales. Boletín Informativo #4. XLVIII Congreso Eucarístico Internacional. Guadalajara 2003. Págs.22-25.
Imágenes: web.

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